Mediodía de aquel día...
Tras degustar un poco de hallaca lanzada gentilmente a una de las dos cuevas (la otra la abrí este año 2011, precisamente esta navidad actual), me pregunté qué pasaría en la cueva que tenía en la cocina. Me acerqué por allá y vi una escena romántica: debajo de la casi centenaria mesa de madera post-colonial, el perro y la perra de al lado frotándose las narices mutuamente...
¡QUÉ TIERNO!
Esta escena me hizo pensar en mi cangrejita, la que dejé en Macuto tras el deslave de días atrás. No volví a verla. Y me imagino que otro cangrejo, con una macana derecha más corpulenta que la mía, habrá tocado su corazón. Una tristeza ha embargado mi alma, tristeza que aún, a hoy 25 de diciembre de 2011, llevo. Y con todo, pensaba irme cuando de pronto noté que hacían algo que nunca antes había visto: un acto de mutuo amor canino...
[Por respeto a los lectores humanos menores de 18 años que, por casualidad de la vida, se topen con este blog (así también para con los padres que hacen un gran esfuerzo para que sus hijos crezcan con imágenes positivas y adecuadas para los niños y sean hombres de bien en un futuro), no mencionaré los detalles de esta adulta escena...]
Esto no me cambió los ánimos. Mas aún, hizo que aumentara mi pena. Me metí nuevamente a mi cueva e intenté contener las lágrimas...
Mi próxima parada fue en la cueva del cuarto de la niña. Precisamente, detrás de su escaparate.
¡Esta carajita y su problema con el desorden! ¿No puede colgar las muñecas en la pared y sus pantaletas sucias tirarlas en la cesta? Encontré una vieja Barbie sin ropa y sin pelo justo enfrente de la entrada a mi cueva...
Haciendo un esfuerzo sobre-crustáceo, evadí cuanto pude toda inmundicia a mi exterior: medias y pantaletas sucias, cabezas de muñecas arrancadas posiblemente por el perro, chicles a medio masticar, sospechosas colillas de cigarro (¿Qué hacen en el cuarto de una niña de seis años?, ¿fuma o tal vez la madre o el padre de la niña usan su cuarto para engañarse con otro cuando la pequeña no está?) algunas a medio terminar y lo que parece ser pedazos de exámenes reprobados de la niña; los cual la princesa de la casa tal vez "desapareció" para que sus padres jamás se enteraran...
Fuera ya de esa jungla de pesadilla al cual llamo "parte inferior del escaparate de la infante", me aventuro a trepar el escaparate en cuestión (por favor, no me pregunten cómo) y llego hasta el tope; donde, increíblemente, se ve una vista extraordinaria de todo el cuarto...
¡Qué dulce duerme la niña! Tan linda, tan frágil, no puedo imaginarme cómo semejante lindura es en realidad un infierno despierta: tremenda, caprichosa, malcriada, mentirosa, cochina, descuidada, egoísta y por demás desesperante...
Cuando pienso que la niña debe estar ya por el quinto sueño, me dispongo a bajarme. Pero no obstante, de pronto, veo que sus dos ojos negros y expresivos se abren. Me ve y, creyendo que gritaría por ver cómo un animal horrible y asqueroso ha trepado su femenino ajuar, sonríe mostrando sus poquitos dientes e, incorporándose, me agarra por la parte del atrás del caparazón (inteligente manera de atraparme, ya que de otra manera pude haberla herido) y, llevándome a su camita, me pone sobre su pecho mientras se acuesta boca arriba y me habla:
-"Sé que no eres malo, amiguito. Eres muy simpático; y sé que algo tan simpático sería incapaz de agredir a alguien como yo. Te confieso que tengo muchos juguetes: muñecas, metras, ositos de peluche, pulseras, ... pero no tengo un amigo en quién confiar, ni a quien decirle mis más íntimos secretos. No puedo ni confiar en mi hermano, que es tan malo y cruel como mis compañeros de clase. Por eso, al tocar tu duro pero lindo caparazón y mirar tus graciosos ojos de tubito, me imagino compartes mi tristeza. Tú, que vives en cuevas, solito, sin nadie con quién compartir... pero cuentas conmigo..."
Me acerca a su cara, mientras hago un gran esfuerzo por no tocar su linda cara con mis pinzas...
-"¿Que dices qué? ¿Que te llaman cosa fea y cochina y que nadie te quiere?"
Y apartándome de su cara, me "regaña":
-"¿Sabes cómo me dicen a mí? No querrás saberlo. Me dicen cosas horribles como niña bonita, caprichosa, fracasada, hijita de mamá, la consentida del profesor, miss simpatía y otras cosas horribles..."
¡AH, LA INOCENCIA INFANTIL! ¿Eso es lo peor que le han dicho? ¡A mí me han dicho co&/%% de madre, mama%$·$, hijo de la %·$%$%, come&/(& y cosas menos sutiles que lo que le han dichos mocosos como ella. Los niños...¡AH, LOS NIÑOS!
De pronto la niña hace pucheros pero no llora. Suelta dos enormes y tristes lagrimones (¡Ay, hija, chiquita y bonita, no llores! me haces sentir mal...) y fuerza una sonrisa, mientras me rodea con sus dos bracitos y me acaricia el caparazón. La niña me sigue hablando:
-"¡Ojalá pudieras hablar! ése sería mi mejor regalo de navidad. Porque así podría pasarla contigo y confesarte tantas cosas horribles que me pasan y que mis padres no saben... tal vez me aconsejarías de no hablar ni llorar cuando mi padre esté encima de mí y que calle cuando mi madre me azote cuando se entere de los exámenes..."

No diré el resto de las "cosas" que me confesó. Sólo les diré que, cuando me bajó de su cama y volví raudo a mi agujero, me quedé mudo de la impresión:
"¿su padre encima de ella?" "¿su madre la azota por malos exámenes?"
No tuve ganas de seguir recorriendo huecos. Por lo menos durante las siguientes dos horas. Conmovido, me metí en un nicho dentro de la cueva y lloré, ¡Coño mano!, en bambalina...

Sé que los hombres (en mi caso, cangrejo) no lloran y deben contener sus emociones, aún por muy fuertes que sean; pero aquella tarde no me pude contener. Me dolió, en serio. Y no creo que me reponga jamás de las cosas tan crueles que me enteré estos dos ogros le hacen a su pequeñita...
¡Coño, le agarré cariño a esta carajita, en serio! es tan indefensa, tan bonita... ¡Es un ángel de Dios, pana, qué vaina! Algo tan bello, tan puro. No puedo creer que sus miserables y putos padres le hagan semejante mierda. Soy un acólito del diablo y lo admito; pero sería incapaz, si fuese humano, de hacer una cagada como ésta.
No he escuchado cosas tan horribles y tan malas de boca de un alma tan "inocente" como la de la niñita y, aunque no hablo (al menos no en idioma humano), quiero que la niña sepa que desde ahora estoy con ella. Ojalá metan presos a esos dos monstruos criminales que le han hecho tanto daño. Y les hagan las mil y un maldades, los filmen y publiquen su humillación por toda la blogosfera...será tan asqueroso que ni el famoso vídeo aquel de la "reina del arroz con pollo" lo podrá igualar...
Por los momentos, descansa, dulce princesa. Tu amiguito el Tío Cangrejo estará rondando su cueva y vigilará tus más bellos sueños. Dios te bendiga...
Disculpen... creo que tengo algo en los ojos...
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