domingo, 25 de diciembre de 2011

Mi primera Navidad (III)

Me sentí mal...

Después de haber lavado mi cueva con mi llanto y haber maldecido las almas de esos dos descerebrados sin corazón ni alma a quien la niña aún llama "padres", decidí olvidar por un momento tanto dolor por lo que acababa de escuchar y me dirigí hasta la cueva que da al desagüe del baño. Precisamente debajo de la regadera...

Allí, aprovechando, el pozo de agua que dejó el dueño de la casa (al parecer, el tipo tiene muy mala bebida, a juzgar por el olor a vómito que dejó en la poceta. Me contó el perro, la mañana siguiente que estaba tan borracho que amaneció bien tirado en la ducha SIN CALZONCILLOS Y CON LA BOTELLA TODAVÍA EN LA MANO) para refrescar mis antenas y caparazón y calmar mi dolor. Entonces escucho una voz femenina que viene del techo...

-"¡Hola! ¿Eres tú el cangrejo nuevo?"

Roté 60 grados a la derecha y ví lo que parece ser una araña de esas chiquitas. Bajando por un delgado hilo, al igual que la Telaraña de Charlotte, me abordó:

-"Me presento, soy Amanda, la araña. Tengo mucho tiempo aquí y te he visto andando de aquí para allá, haciendo un hueco aquí, otro por allá, ... ¡eres fascinante!"

Mis mejillas se sonrojaron. Una araña, un animal que no es de mi especie, me halaga. No soy descortés y le digo:

-"Eres muy amable, preciosa. Aunque no creo ser de tu especie, me halagas con lo de fascinante. Tú también, si me permites, también lo eres; con esas ocho paticas, haces tan elegante trabajo. Sólo mira esa telaraña. Ni yo, con un carrete de seda atado a una de mis patas, podría hacerlo..."

Coquetamente, se ríe...

-"Bueno...no es para tanto. No era un halago, precisamente. Sólo digamos que es fascinante ver tantos huecos, sobre todo si contamos que vienes de las cloacas... ¿No te hieden las patas? Me asombra que no hayas hecho uno acá en el baño y que sólo entres por aquí gracias a lo amplia que son las cloacas. Y por demás, oye, me parece algo muy estúpido que te limpies tanto la mierda, si suponemos que vives de ella, comes de ella, crías a tus hijos en ella, haces el coito con tus hembras encima de ella, duermes en ella, naciste de ella...y tal vez, ni dios lo quiera, morirás algún día en ella. ¡AY, POR DIOS! En verdad no sé si reírme o vomitar los jugos de mosca de esta mañana. Das lástima hasta comparado con el sapo que sólo come moscas y vive de ellas. Porque de veras te digo que ni el bagre te supera en lo cochino. Tú eres el campeón...¿Qué me dices?"

Indignado un poco por la enjabonada, decidí responderle:

-"Oh...lo mismo podría decir de ti, preciosa. Ocho patas y no puedes defenderte de animales más grandes que tú. Y no defiendas al sapo ni lo halagues tanto, pues él podría matarte con un sólo golpe de lengua si le dieras la espalda por un momento. Y no creas que sólo porque te pareces a mí, te puedes igualar: no provoques a alguien que te puede patear el trasero, aún si eres hembra. Soy bueno para hacer huecos Y AGRADECE QUE LO SOY. Porque si no, esta casa se hundiría si se taparan las cañerías y no estuviera tu servidor para destaparlas. En cambio tú, sólo eres buena para tejer, una y otra vez, lo que de nada te servirá cuando pongan mosquiteros y te quedes muriéndote de hambre. Allá tú si también en ese día no estás bien protegida y haya una peligrosa gotera que se pueda abrir justo encima de ti, porque créeme que caerás sin remedio en mis húmedos y mohosos dominios, chiquita, ¡Y AQUÍ SÍ QUE SE VIVE FEO! Tú no sabes NI QUIERES SABER lo que se vive en mi rocoso y pútrido reino. No soportarías ni una hora en él... tus patas no soportarían un derrumbe, una explosión de gas o una fuga de aguas negras. Así que vuelve arriba, sigue con tu femenino e inútil tejido y déjame asearme en paz..."

Nos quedamos viéndonos los ojos. Ella mis dos ojitos de antena. Yo, sus múltiples ojazos...
Volteo para terminar de lavarme las patas llenas de mierda (acuérdense que venía desde el hueco de la regadera y eso sí que sucio), sintiéndome algo ofendido. Luego, por el espejo del agua, veo a la araña cerrar sus ojos. Me dice:

-"Oye, lo siento. era broma. A veces mis bromas son un poco locas. Lo que sucede es que soy muy solitaria; no tengo muchos amigos ¿sabes? y, como no me llevo bien con nadie por mi apariencia (sólo mira esta plétora de ojos y esa mandíbula horrorosa), pensé que las bromas me pudieran hacer llamar la atención".

Volteo a donde ella... la sonrío y digo...

-"No; tú disculpa, A veces no tolero las bromas pesadas pero bien intencionadas. No te culpo por intentar hacerme reír. Desde que llegué no he tenido sino problemas con algunos y experiencias desagradables con otros. Primero fue el perro; luego, un pequeño problema con el gallo (problema que aún no termina y que en los próximos meses se pondrá peor); luego, un humano idiota que admitió haber matado a unos cuantos de los míos CON ESA SONRISA y ahorita vengo de escuchar cosas que ni te imaginas".

La araña me mira con vergüenza y una disimulada sonrisa. Prosigo entonces, amablemente:

-"Oye, Amanda...no necesitas hacer sentir mal a la gente sólo para hacerte sentir mejor o para llamar la atención. Debes ser amable y respetuosa no sólo con personas iguales a ti o de tu especie; sino también de otras especies. Es uno de los pilares de una buena relación. Por demás... ¿Sabes qué...?"

La araña me vuelve a mirar fijamente. Y le digo, levantando una de mis patas traseras:

-"¿Puedes creer que yo algún día estuviese haciendo bella telaraña con estas tremendas patas llenas de mierda?"

-"¿O yo, salvando a los amos de una catástrofe con aguas negras haciendo enormes cuevas con estas femeninas patitas."

Y reímos juntos como dos buenos amigos...

Llegó la noche. Volví a mi agujero principal (la cloaca del portón, donde nunca cae agua de lluvia y se respira un agradable silencio), no sin antes darle una vueltica a la casa a través de las cuevas: por la cocina, vi al perro durmiendo de lo más sabroso junto al fogón abrazado a su perra; por el cuarto del niño mayor y de los padres, ni me fijé: pasé de largo. Pero al pasar por el de la niña, la vi durmiendo como un ángel, como la princesa de la casa que es. Mi dulce amiga, la que quiero como a mi hija, mi cangrejita: dios la guarde...

Llego hasta la sala, me asomo por uno de los tres huecos y miro la parranda de botellas regadas por el piso, el tocadiscos reproduciendo un disco (se quedó pegado al final y no lo apagaron) y como tres personas que no se fueron y se quedaron tendidos en el piso VUELTOS MIERDA: el supuesto abuelo (tirado en el piso con la bocaza abierta), el hermano del hombre de la casa (fundido hasta las patas en el sofá) y la señora de este último (sin ropa, obviamente inconsciente y en una posición que no voy a mencionar por respeto a los lectores más jóvenes de este blog).

Llego hasta mi aposento y me digo:

-"Jamás recordaré ésta, MI PRIMERA NAVIDAD."

FIN

Mi primera Navidad (II)



Mediodía de aquel día...

Tras degustar un poco de hallaca lanzada gentilmente a una de las dos cuevas (la otra la abrí este año 2011, precisamente esta navidad actual), me pregunté qué pasaría en la cueva que tenía en la cocina. Me acerqué por allá y vi una escena romántica: debajo de la casi centenaria mesa de madera post-colonial, el perro y la perra de al lado frotándose las narices mutuamente...

¡QUÉ TIERNO!


Esta escena me hizo pensar en mi cangrejita, la que dejé en Macuto tras el deslave de días atrás. No volví a verla. Y me imagino que otro cangrejo, con una macana derecha más corpulenta que la mía, habrá tocado su corazón. Una tristeza ha embargado mi alma, tristeza que aún, a hoy 25 de diciembre de 2011, llevo. Y con todo, pensaba irme cuando de pronto noté que hacían algo que nunca antes había visto: un acto de mutuo amor canino...


[Por respeto a los lectores humanos menores de 18 años que, por casualidad de la vida, se topen con este blog (así también para con los padres que hacen un gran esfuerzo para que sus hijos crezcan con imágenes positivas y adecuadas para los niños y sean hombres de bien en un futuro), no mencionaré los detalles de esta adulta escena...]

Esto no me cambió los ánimos. Mas aún, hizo que aumentara mi pena. Me metí nuevamente a mi cueva e intenté contener las lágrimas...

Mi próxima parada fue en la cueva del cuarto de la niña. Precisamente, detrás de su escaparate.

¡Esta carajita y su problema con el desorden! ¿No puede colgar las muñecas en la pared y sus pantaletas sucias tirarlas en la cesta? Encontré una vieja Barbie sin ropa y sin pelo justo enfrente de la entrada a mi cueva...

Haciendo un esfuerzo sobre-crustáceo, evadí cuanto pude toda inmundicia a mi exterior: medias y pantaletas sucias, cabezas de muñecas arrancadas posiblemente por el perro, chicles a medio masticar, sospechosas colillas de cigarro (¿Qué hacen en el cuarto de una niña de seis años?, ¿fuma o tal vez la madre o el padre de la niña usan su cuarto para engañarse con otro cuando la pequeña no está?) algunas a medio terminar y lo que parece ser pedazos de exámenes reprobados de la niña; los cual la princesa de la casa tal vez "desapareció" para que sus padres jamás se enteraran...

Fuera ya de esa jungla de pesadilla al cual llamo "parte inferior del escaparate de la infante", me aventuro a trepar el escaparate en cuestión (por favor, no me pregunten cómo) y llego hasta el tope; donde, increíblemente, se ve una vista extraordinaria de todo el cuarto...

¡Qué dulce duerme la niña! Tan linda, tan frágil, no puedo imaginarme cómo semejante lindura es en realidad un infierno despierta: tremenda, caprichosa, malcriada, mentirosa, cochina, descuidada, egoísta y por demás desesperante...

Cuando pienso que la niña debe estar ya por el quinto sueño, me dispongo a bajarme. Pero no obstante, de pronto, veo que sus dos ojos negros y expresivos se abren. Me ve y, creyendo que gritaría por ver cómo un animal horrible y asqueroso ha trepado su femenino ajuar, sonríe mostrando sus poquitos dientes e, incorporándose, me agarra por la parte del atrás del caparazón (inteligente manera de atraparme, ya que de otra manera pude haberla herido) y, llevándome a su camita, me pone sobre su pecho mientras se acuesta boca arriba y me habla:

-"Sé que no eres malo, amiguito. Eres muy simpático; y sé que algo tan simpático sería incapaz de agredir a alguien como yo. Te confieso que tengo muchos juguetes: muñecas, metras, ositos de peluche, pulseras, ... pero no tengo un amigo en quién confiar, ni a quien decirle mis más íntimos secretos. No puedo ni confiar en mi hermano, que es tan malo y cruel como mis compañeros de clase. Por eso, al tocar tu duro pero lindo caparazón y mirar tus graciosos ojos de tubito, me imagino compartes mi tristeza. Tú, que vives en cuevas, solito, sin nadie con quién compartir... pero cuentas conmigo..."

Me acerca a su cara, mientras hago un gran esfuerzo por no tocar su linda cara con mis pinzas...

-"¿Que dices qué? ¿Que te llaman cosa fea y cochina y que nadie te quiere?"
Y apartándome de su cara, me "regaña":

-"¿Sabes cómo me dicen a mí? No querrás saberlo. Me dicen cosas horribles como niña bonita, caprichosa, fracasada, hijita de mamá, la consentida del profesor, miss simpatía y otras cosas horribles..."

¡AH, LA INOCENCIA INFANTIL! ¿Eso es lo peor que le han dicho? ¡A mí me han dicho co&/%% de madre, mama%$·$, hijo de la %·$%$%, come&/(& y cosas menos sutiles que lo que le han dichos mocosos como ella. Los niños...¡AH, LOS NIÑOS!

De pronto la niña hace pucheros pero no llora. Suelta dos enormes y tristes lagrimones (¡Ay, hija, chiquita y bonita, no llores! me haces sentir mal...) y fuerza una sonrisa, mientras me rodea con sus dos bracitos y me acaricia el caparazón. La niña me sigue hablando:

-"¡Ojalá pudieras hablar! ése sería mi mejor regalo de navidad. Porque así podría pasarla contigo y confesarte tantas cosas horribles que me pasan y que mis padres no saben... tal vez me aconsejarías de no hablar ni llorar cuando mi padre esté encima de mí y que calle cuando mi madre me azote cuando se entere de los exámenes..."
No diré el resto de las "cosas" que me confesó. Sólo les diré que, cuando me bajó de su cama y volví raudo a mi agujero, me quedé mudo de la impresión:

"¿su padre encima de ella?" "¿su madre la azota por malos exámenes?"

No tuve ganas de seguir recorriendo huecos. Por lo menos durante las siguientes dos horas. Conmovido, me metí en un nicho dentro de la cueva y lloré, ¡Coño mano!, en bambalina...
Sé que los hombres (en mi caso, cangrejo) no lloran y deben contener sus emociones, aún por muy fuertes que sean; pero aquella tarde no me pude contener. Me dolió, en serio. Y no creo que me reponga jamás de las cosas tan crueles que me enteré estos dos ogros le hacen a su pequeñita...

¡Coño, le agarré cariño a esta carajita, en serio! es tan indefensa, tan bonita... ¡Es un ángel de Dios, pana, qué vaina! Algo tan bello, tan puro. No puedo creer que sus miserables y putos padres le hagan semejante mierda. Soy un acólito del diablo y lo admito; pero sería incapaz, si fuese humano, de hacer una cagada como ésta.

No he escuchado cosas tan horribles y tan malas de boca de un alma tan "inocente" como la de la niñita y, aunque no hablo (al menos no en idioma humano), quiero que la niña sepa que desde ahora estoy con ella. Ojalá metan presos a esos dos monstruos criminales que le han hecho tanto daño. Y les hagan las mil y un maldades, los filmen y publiquen su humillación por toda la blogosfera...será tan asqueroso que ni el famoso vídeo aquel de la "reina del arroz con pollo" lo podrá igualar...

Por los momentos, descansa, dulce princesa. Tu amiguito el Tío Cangrejo estará rondando su cueva y vigilará tus más bellos sueños. Dios te bendiga...

Disculpen... creo que tengo algo en los ojos...

Mi primera Navidad (I)

No fue, precisamente, la primera Navidad de mi vida. Fue la primera lejos de mi terruño, de mi cueva en los alrededores de Macuto, sin mis viejos amigos... ¡SIN MI CANGREJITA AMADA...!

Medio triste, intenté olvidar, cual Grinch, cualquier contacto con la conmemoración de los 2010 años del nacimiento de nuestro señor...

Ocurrió en las navidades del año 2010...

Todos celebraban: el perro de la casa con la perrita de la casa de al lado, los señores de la casa con los niños y los familiares que bajaban de la capital, el gallo con sus gallinas y sus pollitos, el gato ídem como el perro (enamoradísimo hasta la metra, en aquellos días, con la gata siamesa de enfrente); hasta Raticio, meses antes de su trágica última noche, compartió esa navidad con sus múltiples ratoncitos y su señora, la rata...

¡ES INCREÍBLE QUE, HASTA A ÉL, AÚN DESPUÉS DE ESE FATÍDICO DÍA, LO SIGAN RECORDANDO Y DÁNDOLE MUESTRAS DE CARIÑO!

Lo envidio... y a la vez, lo extraño...

Snif...

En fin. Ese día, por la mañana, me sentía más triste y melancólico como los primeros días de mi llegada. Triste, muy triste hasta más no poder. No salí de mi cueva sino hasta pasadas las diez de la mañana, y eso porque el perro, que ya me trataba, empezó a llamarme a mi cueva, previo olisqueo a la misma...

-"¡Cangrejo! ¿Hasta cuándo duermes, macanudo? Mira que te pierdes la gran fiesta".

Me esforcé en salir. Asomando primero cuatro de mis diez patas, la mitad de mi caparazón y uno de mis ojazos, lo saludé:

-"Perro sarnoso, asesino nato, grandísimo coño de madre... ¿Cómo estás?"
-"Feliz y muy contento, parodia de tarántula, alimaña de los pantanos, comemierda amigo mío"-dijo, lamiéndome el caparazón amistosamente.
-"¿Y cómo pasas este día, perro? Es un día muy especial para todos ustedes. Hoy comerán despojos de hallaca, algún pedazo de pernil, escucharán gaitas con los viejos long-plays de Melody Gaita y Guaco en el viejo pick-up (¡EN PLENO SIGLO XXI, POR DIOS!), alguien evocará un acontecimiento de las navidades pasadas cual fantasma de Scroodge y quién sabe si algún borracho deja caer algo de caña clara o Ponche Crema al piso. Definitivamente, no hay mejor Navidad que la venezolana..."
-"Bueno...sí. Pero lo importante es que compartiremos con los nuestros. ¡Vamos, sal de esa cueva, chico; te pierdes la diversión!"

Le hice caso. Pero no salí así a la intemperie, sino que me escabullí por los múltiples agujeros que he hecho desde que llegué: los tres huecos de la sala, los dos huecos del baño, el único hueco que hice en la cocina... Y pare usted de contar.

Con todo, vi lo que les dije al principio de estas líneas: los señores de la casa (el señor, la señora, la parejita de niños) compartiendo entretenidas historias que disfruté escuchando:

-"Sí..."-dijo un señor notablemente viejo, como de ochenta o más años, posiblemente el padre o suegro de uno de los señores- "me acuerdo de aquella Navidad de 1948, cuando los dos pueblos se inundaron. En ese tiempo no había defensa. Pero sin duda, la peor fue la de 1999. Aunque, pensándolo bien, la de 1985 no se queda atrás..."

-"Bueno-dijo el señor de la casa, mientras meneaba el vasito de whisky con hielo, a juzgar por la botella que ví en el piso- no discuto que fueron navidades inolvidables; pero aún así, pienso que ninguna fue como la de 1972, ¿Te acuerdas, padre? Veníamos de hacer un sancocho en Los Canales. Veníamos en el viejo carro aquel que tenías, un Ford 500 to' destartalao. Me acuerdo que la vía estaba llena de cangrejos. Bastante aplastamos bichos de esos con el auto. Me extrañó que ninguno haya espichado ningún caucho..."

Ese comentario me desagradó. El tan sólo oír mencionar que muchos de los míos murieron por diversión de algunos me indignó. No está bien que maten a los míos por verles a sus verdugos cara de satisfacción. Sobre todo si muchas de las víctimas eran jaibas inocentes...

Sumamente irritado, me metí en la cueva. Dirigiéndome a la cueva trasera (la de la cloaca, en el corral, donde conocí a Gallardo), noté que el giro hablaba con el pato:

-"Sí, bueno. Eso pasó como hacen dos semanas. Creo que a comienzos de este mes. Él me dijo que lo conocía, pero no era él. Sin embargo, yo sé que sí. Yo noté que mentía, porque empezó a temblar como gelatina. Me dió tanta lástima el pobre, que lo dejé ir. Precisamente, fue allí, en esa cloaca..."

El gallo se volteó en donde la cloaca, donde, desgraciadamente yo estaba. Alzó su ala derecha y la apuntó. Luego cacareó:

-"Pero...¡Hablando del rey de Roma! Si aquí está. No lo veía desde hace tiempo. Precisamente, hablábamos de usted..."

No quería que me viera. Sabía que hablaban de lo que sucedió hacen unas semanas atrás. Pero no tuve más remedio que quedarme tieso como tabla...

-"Ehh...gallo"-interrumpió el pato, haciendo que el gallo volviese su vista (lo que, ¡gracias a dios!, me dio tiempo suficiente para escapar de una escena muy embarazosa) hacia él-"No quiero ser descortés, pero creo que me llaman. De todas maneras, agradezco esta discusión; nos vemos"

Al voltear, me imagino no me vio más sino meses después...

viernes, 23 de diciembre de 2011

Entre macanas y plumas te veas o cómo conocí a Gallardo

Creo que fue por esos mismos días en que tuve el problema con el perro. Sí. Aquel día estaba tan arrecho por la gracia que hizo el perro la primera vez, que entre mis múltiples mentadas y maldiciones dije algo contra los gallos, ¡Y NI SIQUIERA SABÍA QUE HABÍA OFENDIDO AL VIEJO GIRO QUE ESTABA EN EL CORRAL, EN LA PARTE TRASERA DEL CASERÓN!

-"¡¿Porqué ese mama·%&·%$·&%· no va y le caga los huevos al gallo, que aparte de tan marico como el mísmo, se deja también tocar por atrás?!"

Dije a viva voz.

El gallo, por estar del otro lado de la casa y yo en el centro de la misma, no pudo escuchar. Pero no sé quién o qué cabeza de huevo le fue con el chisme...

No supe de la polémica con el gallo sino a la noche de ese mismo día. Cuando en la cloaca trasera terminaba de arrastrar la mierda que dejó el perro hasta el rio, el ofendido animal me aborda:

-"Disculpe...¿Es usted el cangrejo nuevo que llegó al vecindario?"

Lo ví. Era un gallo giro de brillante pico, garras más gruesas que mis diez paticas y unas alas tan grandes que, si no me mata, por lo menos me vuela hasta la pared...¡Y ESO SÍ QUE DUELE!

Caga'o hasta más no poder, forzé una sonrisa por mi "grandota boquita" y le dije:
-"Esteee...no... Yo tengo mucho tiempo aquí... ¡UY, SÍ! Creo que desde hacen dos años atrás. Hasta me acostumbré limpiar la cloaca todos los días. Muy agradable. Tal vez me confunda con otro cangrejo que está en el patio. Dicen que es muy mal hablado y dice muchas groserías. Usted sabe cómo son algunos recién llegados. Pero soy vecino de él y medio lo conozco...¿Para qué lo buscaba el gentil señor, je, je?"
-"No. Sólo quería saber. Porque alguien a quien no voy a meter en esto por ser quien nos vigila de noche y que tiene muchas influencias para con el señor de la casa, me advirtió de un muy osado cangrejo que se la pasa ofendiendo y maldiciendo cuantos animales y cosas le venga en gana. Y entre una de esas gracias que él ha dicho, hay una que dice que yo ique me dejo tocar los muslos y que soy gay. Y es una suerte que usted lo conozca; porque quiero que le diga, si lo ve, que no se busque problemas con animales que lo pueden joder de un picotazo en el ojo. Porque, sin ofenderlo a usted que es de su misma especie, él podrá tener una macana muy grande; pero nada puede hacer agarrándome con ella los muslos si con un picotazo lo puedo dejar tuerto o, peor aún, SIN LOS DOS OJOS, por hablador y falto de respeto. Y si hay algún conflicto, para eso está el animal más viejo del corral y que es nuestro mejor juez... el búho, que no vive pero trabaja aquí. Por favor dígale eso y que, además, si algún animal lo perjudica a él, que lo ataque a él. Pero que no involucre al resto de los que nos criamos aquí".

Me quedé mandíbula abierta. El gallo seguidamente siguió su camino. No sin antes decirme, volteando donde este servidor estaba:

-"Por cierto, cangrejo...me llaman Gallardo. Saludos"

La noche caía y se reflejaban las estrellas tras las ramas de las matas de mango. Y un "kikirikí"forzado y medio desafinado se oyó encima de la puerta del corral...

jueves, 22 de diciembre de 2011

El problema del perro




Ese día me arreché.

¡Coño, pana; de verga que me arreché!

Eso fue como a la semana después de haber llegado. Llegué haciendo hueco desde el primer día. Raticio ya me había dicho:

-"Por allí anda un perro Gran Danés al que llaman Bravo. Mucho cuidao. El bicho tiene fama de atemorizar a todo el mundo en esta casa. Ni los amo se le acercan de noche".

La cueva maestra la comencé desde la cloaca principal. Atravesé el corral, dejé una cueva medio abierta cerca de la cocina (mi futuro acceso a ella) y seguí hasta el otro extremo de la casa, donde estaba un hermoso portón: piso de cemento antiguo (con dibujos tallados a cincel), paredes de adobe y lo mejor de todo...¡UNA ESPACIOSA CLOACA LLEGANDO YA A LA PUERTA DE ENFRENTE! Allí llegué.

Cuando ya había llegado al patio central (casa colonial al fin), encontré un patio bello: flores de azahar, matas de adelfa y de llantén, una mata de mango con raíces que cubrían todo el patio y la entrada a la cloaca. Lo que me facilitaba el trabajo: no hacer la cueva por debajo y no estropear una raíz del grandioso árbol. sino que, de una vez vivir dentro del cuadrado, hediondo y mohoso pero hermoso nicho...

Todo iba bien. Hasta que, precisamente un domingo por la mañana, cuando hasta el niño y la niña se habían ido con sus padres a la misa y luego no sé a qué cosa que llaman Los Canales, se me ocurre, chico, estirar mis ocho paticas locomotoras y limpiar mis sucias macanas llenas de mierda en un riachuelo dejado por un grifo mal cerrado...

De pronto veo al sujeto. Un perrazo bestial, entrando al patio. Bravo, el perro que me advirtió Raticio. Pero no estaba interesado en mí. Lo que me preocupó más, porque SE DIRIGÍA PELIGROSAMENTE HACIA MI CUEVA. Empezó a olerla (como que sabía que era nueva y nunca antes la había visto), luego empezó a dar vueltas alrededor de ellas y...

-"¡Espero que este coño no haga lo que creo que va a hacer!"

¡NNNOOOOOOOOOO!!!!!!

No fue uno, sino dos rolos de pura mierda tapando mi pobre cueva que me tardó no sé cuántas horas construir...

¡Coño e su madre ese perro! ¡Lo voy a joder!

Arrecho, volví a la cueva. No sin antes volverme a llenar el caparazón y las pinzas recién lavaditas, todo otra vez de mierda.

Mierda...mierda...mierda... ¡MIERDA!

De tanto que la repito, ya le pierdo el sentido...

Eso se repitió toda semana...el lunes, el martes, el miércoles, ....

Pero un jueves, ya medio arrecho y con ganas de matar a alguien, me decidí a hacer algo al respecto: pedirle consejos a Raticio.

Le hice una visita al patio trasero, donde juegan los niños. Y en donde precisamente, Raticio vive también:

-"¿Se cagó, en tu cueva? ¡Coño, cangri, qué vaina! Pero tranquilo que tengo la respuesta: una vez le hice una maña. En cierta ocasión que tenía su hocico en la cueva, le mordí la naríz. Más nunca se le ocurrió hacer esa vaina en mi cueva. Todavía creo que tiene las dos marcas de mis dientes en la punta..."

Le agarré la idea a Raticio. Esa tarde volví, carajo, con unas macanas bien afiladas (nada como dos piedras lisas para que queden como un puñal) a mi cueva. Claro, como siempre, la cueva la volví a encontrar con el mismo número de mojones que todos los días: dos y bien grandes.

Pero no me importó. Limpié la cueva como siempre, entré y esperé al día siguiente...

Y en efecto el perro, como a eso de las nueve de la mañana, volvió. Estaba a punto ya de hacerse cuando de pronto, al verle las dos nachas, salí, nojoda, y...

¡CCCHHHHHAAAAAAAZZZZZ!!!

Volaron las palomas, hirvió una cafetera, el trencito del niño en la sala sonó, el reloj de pedestal en el pasillo sonó marcando las nueve...y por el corredor salió corriendo un perro chillando en dirección a la sala...

Blandiendo todavía triunfante mi macana y sin ningún pedacito de mierda encima, carajo, salí y le grité:

-"¡Y AGRADECE QUE SÓLO FUE UNA NALGA QUE TE PINCHÉ, MALDITO PERRO EL CARAJO!, ¡COMO TE VUELVA A VER POR AQUÍ, TE DEJO SIN BOLAS, PEDAZO DE MAMA·$·/·/$·%$!!!"

Paréntesis: No somos juguetes



Miren:

Haré un pequeño paréntesis para recordarles algo. Aunque parezcamos no sé qué vaina atractiva para niños humanos menores de seis años (será que nos comparan con un juguete nuevo que camina y tiene baterías), NO SOMOS JUGUETES. Somos animales que compartimos el mismo espacio que cualquier humano. Tal vez con más derecho, pues nuestros ancestros llegaron acá muchos años antes que él. Que nuestros caminos se crucen a veces, es otra cosa. Pero yo recomiendo a las madres de niñ@s con seis o cinco años o menores que si en el patio de su casa ellos juegan, hay una cueva de cangrejo cerca de una pared y el bicho sale APARTEN A SUS HIJOS DE ALLÍ. No es que queramos hacerles daño, pero tenemos un elevado temperamento debido a las vainas que pasamos abriendo nuevos huecos, manteniendo los viejos, cuidando nuestros pesados pero necesarios exoesqueletos, sacarnos la mierda en el agua y, para colmo, que un mama$"·$&·%$ perro se cague encima de mi cueva.

(Estoy cazando al grandanesito ése que llaman Bravo que anda por allí. Mis macanas están listas para cuando quiera posarse en mi cueva otra vez. Del coñazo que le voy a zampar en esas bolas le voy a quitar lo bravo que es.)

Yo, por mi parte, nada tengo que hacerles a esas inocentes criaturas de Dios. Porque no tienen la culpa de que sus coños de madres padres (y eso va con la "doña") echen sus desperdicios en mi humilde hogar (así como detergentes que cae en la cueva que tengo en la sala cuando lava el mocho de cemento mal colocado que tiene por piso). O que el cabrón de su marido (he visto "cosas" que ni él sospecha, desde la cueva que tengo en su cuarto. Pronto hablaré de eso) se mee o se haga la p*j* encima cuando su mujer no le quiere dar lo suyo por puto, marico y cabronazo. Pero no quiero que yo, por pacífico que soy a veces, me deje todo el tiempo agarrar con uno de ellos y me ponga en medio de sus tanquecitos de plástico y juegue a que yo soy un monstruo coño de madre que vengo a aniquilar el mundo con mis rayos láser, o mis peos fulminantes o no sé qué otra cabeza de verga...

Pero por lo menos no es la niñita, hermana de él, que en lo que me caza, me maquilla las patas y me hace algunas cosas que, por vergüenza, no voy a reseñar aquí. Sólo les diré que, mi vecino, Raticio Junior, me ha dicho, en más de una ocasión después que, por compasión o por cuestión de ír a la escuela o no sé qué otra diligencia, la pequeña me deje ír:

-"¡Veeerrrgggaaa, Cangrejo, qué bola! si mi padre estuviera vivo, diría que ya perdiste lo poco que te queda de macho, papa".

A veces me da vergüenza cuando paso con esa pinta maricona por la cocina. Porque sé que hasta el gato, lejos de perseguirme pa' comerme, va a necesitar Pampers para no mojar el piso de la carcajada que va a soltar.

Raticio

RATICIO

Precisamente, un día como hoy, hacía un palo de agua pero soberano. De cierto río capitalino fui arrastrado hasta el otro lado del litoral, muy conocido por ser cangrejero por excelencia: el barloventeño.

Dí con una fulana "defensa". Y, arrecho por el golpe, no me quedó de otra sino aguantar a que alguien me arrastrara hasta la superficie. Porque el coñazo que me dí fue tan grande, que me quedé bien aguevoniao por un rato.

De pronto, ya cayendo la noche, me despertó una voz chillona. Un carajo medio pelúo él, con una cola pelada y unas manitas chiquitas, se acercó a mí y me dijo:

-"¡GUA, CHICO! ¿Qué haces por aquí, cangrejote?"
-"¡Mierda, pana!-contesté, todavía medio apendejeado con el golpe y comenzando a abrir las parapara de ojos tubulares que tengo- el coñazo que me dí fue mamarro, papa".

Abro un poco más los ojos y lo veo. Era un ratón. Más que por verlo, lo noté por el olor a mierda que traía encima...
-"¡Hmmmm!"-dijo él con extrañeza, al escuchar mi acento-"tú como que no eres de por aquí, ¿verdá?"
-"¿Y en donde estoy?"
-"En Barlovento, Estado Miranda. Pero tienes acento como caraqueño, tú."
-"Sí"-dije, incorporándome, aún con algo de dolor-"De los alrededores de Macuto"

Tras una charla que duró unos cuantos minutos, este peludo amigo me llevó hasta la superficie. Así conocí a Raticio.

Introducción. El primer día.



INTRODUCCIÓN

¡Santo cielo, cuánta mierda! Y esta %·$·$·%$·%& lluvia no para...

Evoco el pasado. Diciembre de 2011. Ha llovido mucho en este barrial. Igualito como aquel día de hace un año. Me acuerdo de ese día como si hubiese sido ayer. El río me trajo, nojoda, desde el otro lado. Todavía me sobo la mamarro de macana conque siempre atraigo cangrejitas. No me gusta mucho esta vida de estar comiendo mierda para poder vivir; pero, a falta de una playita agradable, ¿Qué le vamos a hacer?

Me presento: Soy un cangrejo. Sin nombre, sin apellidos. Pero feliz y gran echador de vaina, como debe ser todo cangrejo mierdero que se respete. Les cuento estas líneas desde lo más recóndito y oscuro de mi cueva. No es nada agradable si eres cangrejo, pero si Dios te hizo con un caparazón incómodo y una cara que espantaría al mismísimo Freddie Krueger, debes saber que para algo te hizo.

Les daría la mano, pero mis macanas son filosas y, peor aún, TIENEN BACTERIAS. Estuve toda una vida haciendo cuevas para mí y para la comuna de otros cangrejos que hay por acá. Así que sabrán Y SE IMAGINARÁN lo asqueroso que debo estar...

Recién llegué hace un año. El barro inclemente me arrastró hasta una barrera. De no ser por una rata que medio me ayudó a subir, vaya que todavía seguiría tratando de subir.

Seguí viendo a Raticio (así se hacía llamar) hasta que... bueno ya les contaré qué pasó con él durante el trayecto de mis relatos. Por los momentos, sólo me queda comenzar esta historia que parece no tener fin.

Si me permiten.