domingo, 25 de diciembre de 2011

Mi primera Navidad (I)

No fue, precisamente, la primera Navidad de mi vida. Fue la primera lejos de mi terruño, de mi cueva en los alrededores de Macuto, sin mis viejos amigos... ¡SIN MI CANGREJITA AMADA...!

Medio triste, intenté olvidar, cual Grinch, cualquier contacto con la conmemoración de los 2010 años del nacimiento de nuestro señor...

Ocurrió en las navidades del año 2010...

Todos celebraban: el perro de la casa con la perrita de la casa de al lado, los señores de la casa con los niños y los familiares que bajaban de la capital, el gallo con sus gallinas y sus pollitos, el gato ídem como el perro (enamoradísimo hasta la metra, en aquellos días, con la gata siamesa de enfrente); hasta Raticio, meses antes de su trágica última noche, compartió esa navidad con sus múltiples ratoncitos y su señora, la rata...

¡ES INCREÍBLE QUE, HASTA A ÉL, AÚN DESPUÉS DE ESE FATÍDICO DÍA, LO SIGAN RECORDANDO Y DÁNDOLE MUESTRAS DE CARIÑO!

Lo envidio... y a la vez, lo extraño...

Snif...

En fin. Ese día, por la mañana, me sentía más triste y melancólico como los primeros días de mi llegada. Triste, muy triste hasta más no poder. No salí de mi cueva sino hasta pasadas las diez de la mañana, y eso porque el perro, que ya me trataba, empezó a llamarme a mi cueva, previo olisqueo a la misma...

-"¡Cangrejo! ¿Hasta cuándo duermes, macanudo? Mira que te pierdes la gran fiesta".

Me esforcé en salir. Asomando primero cuatro de mis diez patas, la mitad de mi caparazón y uno de mis ojazos, lo saludé:

-"Perro sarnoso, asesino nato, grandísimo coño de madre... ¿Cómo estás?"
-"Feliz y muy contento, parodia de tarántula, alimaña de los pantanos, comemierda amigo mío"-dijo, lamiéndome el caparazón amistosamente.
-"¿Y cómo pasas este día, perro? Es un día muy especial para todos ustedes. Hoy comerán despojos de hallaca, algún pedazo de pernil, escucharán gaitas con los viejos long-plays de Melody Gaita y Guaco en el viejo pick-up (¡EN PLENO SIGLO XXI, POR DIOS!), alguien evocará un acontecimiento de las navidades pasadas cual fantasma de Scroodge y quién sabe si algún borracho deja caer algo de caña clara o Ponche Crema al piso. Definitivamente, no hay mejor Navidad que la venezolana..."
-"Bueno...sí. Pero lo importante es que compartiremos con los nuestros. ¡Vamos, sal de esa cueva, chico; te pierdes la diversión!"

Le hice caso. Pero no salí así a la intemperie, sino que me escabullí por los múltiples agujeros que he hecho desde que llegué: los tres huecos de la sala, los dos huecos del baño, el único hueco que hice en la cocina... Y pare usted de contar.

Con todo, vi lo que les dije al principio de estas líneas: los señores de la casa (el señor, la señora, la parejita de niños) compartiendo entretenidas historias que disfruté escuchando:

-"Sí..."-dijo un señor notablemente viejo, como de ochenta o más años, posiblemente el padre o suegro de uno de los señores- "me acuerdo de aquella Navidad de 1948, cuando los dos pueblos se inundaron. En ese tiempo no había defensa. Pero sin duda, la peor fue la de 1999. Aunque, pensándolo bien, la de 1985 no se queda atrás..."

-"Bueno-dijo el señor de la casa, mientras meneaba el vasito de whisky con hielo, a juzgar por la botella que ví en el piso- no discuto que fueron navidades inolvidables; pero aún así, pienso que ninguna fue como la de 1972, ¿Te acuerdas, padre? Veníamos de hacer un sancocho en Los Canales. Veníamos en el viejo carro aquel que tenías, un Ford 500 to' destartalao. Me acuerdo que la vía estaba llena de cangrejos. Bastante aplastamos bichos de esos con el auto. Me extrañó que ninguno haya espichado ningún caucho..."

Ese comentario me desagradó. El tan sólo oír mencionar que muchos de los míos murieron por diversión de algunos me indignó. No está bien que maten a los míos por verles a sus verdugos cara de satisfacción. Sobre todo si muchas de las víctimas eran jaibas inocentes...

Sumamente irritado, me metí en la cueva. Dirigiéndome a la cueva trasera (la de la cloaca, en el corral, donde conocí a Gallardo), noté que el giro hablaba con el pato:

-"Sí, bueno. Eso pasó como hacen dos semanas. Creo que a comienzos de este mes. Él me dijo que lo conocía, pero no era él. Sin embargo, yo sé que sí. Yo noté que mentía, porque empezó a temblar como gelatina. Me dió tanta lástima el pobre, que lo dejé ir. Precisamente, fue allí, en esa cloaca..."

El gallo se volteó en donde la cloaca, donde, desgraciadamente yo estaba. Alzó su ala derecha y la apuntó. Luego cacareó:

-"Pero...¡Hablando del rey de Roma! Si aquí está. No lo veía desde hace tiempo. Precisamente, hablábamos de usted..."

No quería que me viera. Sabía que hablaban de lo que sucedió hacen unas semanas atrás. Pero no tuve más remedio que quedarme tieso como tabla...

-"Ehh...gallo"-interrumpió el pato, haciendo que el gallo volviese su vista (lo que, ¡gracias a dios!, me dio tiempo suficiente para escapar de una escena muy embarazosa) hacia él-"No quiero ser descortés, pero creo que me llaman. De todas maneras, agradezco esta discusión; nos vemos"

Al voltear, me imagino no me vio más sino meses después...

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