
Haré un pequeño paréntesis para recordarles algo. Aunque parezcamos no sé qué vaina atractiva para niños humanos menores de seis años (será que nos comparan con un juguete nuevo que camina y tiene baterías), NO SOMOS JUGUETES. Somos animales que compartimos el mismo espacio que cualquier humano. Tal vez con más derecho, pues nuestros ancestros llegaron acá muchos años antes que él. Que nuestros caminos se crucen a veces, es otra cosa. Pero yo recomiendo a las madres de niñ@s con seis o cinco años o menores que si en el patio de su casa ellos juegan, hay una cueva de cangrejo cerca de una pared y el bicho sale APARTEN A SUS HIJOS DE ALLÍ. No es que queramos hacerles daño, pero tenemos un elevado temperamento debido a las vainas que pasamos abriendo nuevos huecos, manteniendo los viejos, cuidando nuestros pesados pero necesarios exoesqueletos, sacarnos la mierda en el agua y, para colmo, que un mama$"·$&·%$ perro se cague encima de mi cueva.
(Estoy cazando al grandanesito ése que llaman Bravo que anda por allí. Mis macanas están listas para cuando quiera posarse en mi cueva otra vez. Del coñazo que le voy a zampar en esas bolas le voy a quitar lo bravo que es.)
Yo, por mi parte, nada tengo que hacerles a esas inocentes criaturas de Dios. Porque no tienen la culpa de que sus coños de madres padres (y eso va con la "doña") echen sus desperdicios en mi humilde hogar (así como detergentes que cae en la cueva que tengo en la sala cuando lava el mocho de cemento mal colocado que tiene por piso). O que el cabrón de su marido (he visto "cosas" que ni él sospecha, desde la cueva que tengo en su cuarto. Pronto hablaré de eso) se mee o se haga la p*j* encima cuando su mujer no le quiere dar lo suyo por puto, marico y cabronazo. Pero no quiero que yo, por pacífico que soy a veces, me deje todo el tiempo agarrar con uno de ellos y me ponga en medio de sus tanquecitos de plástico y juegue a que yo soy un monstruo coño de madre que vengo a aniquilar el mundo con mis rayos láser, o mis peos fulminantes o no sé qué otra cabeza de verga...
Pero por lo menos no es la niñita, hermana de él, que en lo que me caza, me maquilla las patas y me hace algunas cosas que, por vergüenza, no voy a reseñar aquí. Sólo les diré que, mi vecino, Raticio Junior, me ha dicho, en más de una ocasión después que, por compasión o por cuestión de ír a la escuela o no sé qué otra diligencia, la pequeña me deje ír:
-"¡Veeerrrgggaaa, Cangrejo, qué bola! si mi padre estuviera vivo, diría que ya perdiste lo poco que te queda de macho, papa".
A veces me da vergüenza cuando paso con esa pinta maricona por la cocina. Porque sé que hasta el gato, lejos de perseguirme pa' comerme, va a necesitar Pampers para no mojar el piso de la carcajada que va a soltar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario